Llega abril, marcha Daniel
a un mundo extraliterario.
El joven octogenario
de rabia estruja al papel.
Increíblemente infiel
se torna la realidad.
¿Es de ficción? ¿Es verdad?
No entiendo qué está pasando,
pero el mundo sigue andando.
Llueve sobre la ciudad.
Viernes 6. Abril raído.
¿La Parca otra vez? Qué historia,
escribiendo de memoria
y a mano alzada el olvido.
Cuento para ser oído,
pero no para creerlo.
Temí regresar a verlo.
De mis rancios anaqueles
saqué El ojo de Cibeles
y me puse a releerlo.
Ejemplar por ejemplar
releí título, lomo,
edición, solapa, tomo
y me dejé imaginar.
De vario tiempo y lugar
entre los libros aquellos.
Viudas de sangre. Destellos.
¿Una pica en Flandes? ¿Sí?
La sexta isla está aquí,
en el más acá, allá ellos.
Ah, Daniel, cuánta frescura,
lenguaje adúltero, sexo,
violencia, ajiaco y anexo
ingrediente en tu escritura.
Bebí tu literatura
hasta en las guaguas, de pie.
En mi librero noté
y hallé, antes del Mío Cid,
junto a Aquel año en Madrid,
Una piedra de rapé.
Narras desde otro confín
tu argot más irreverente,
pero involuntariamente
sueñas en griego y latín.
Regresas al mar, en fin,
ya que Uruguay fue tu tierra
permutada por la Sierra,
donde soñaste, quizás,
nunca descansar en paz
y poder hacer la guerra.
Ni caso, Chava, recuerda
que ante eternidad de bromas
tú dominas cinco idiomas
y la vida es una lerda.
¿Quién en Cuba no se acuerda
de tu picaresca suma?
Escribe, y si sale espuma
vallejiana pon cerrojo;
eres el Rufo y el rojo
escondido tras tu pluma.
No, Chava, este eterno viaje
nadie te lo visa hoy.
Abro mismo te abro Joy
y te leeré un pasaje.
Voy a hacer contraespionaje,
te denegaré el saludo.
No lo creo. Tiemblo. Sudo.
Lloro. Los ojos agacho.
No lo creo. Adiós, muchacho
canoso y siempre barbudo.
Adiós, Daniel Chavarría,
aunque despedirse cuesta
y esta décima funesta
duela como una elegía.
Novelista de hidalguía,
erudito posmoderno,
abuelo de acento tierno,
se queda, hijo del dolor,
huérfano un pueblo lector
cubano que te hizo eterno.